La tradición portuguesa de los azulejos
El rey Manuel I de Portugal tenía grandes relaciones con España, no en vano, llegó a estar casado con dos de las hijas de los Reyes Católicos. En uno de sus viajes a nuestro país, este rey se enamoró de los azulejos que fabricaban en Sevilla, y es que la capital andaluza era el mayor centro de producción de este arte de origen musulmán.
Al Rey Afortunado, sobrenombre por el que le conoce la historia, le encantó ver como se decoraban los palacios y las casas nobles con estas piedras pulidas, tal y como pudo comprobar en su estancia en la Alhambra. Por eso, decidió que en su país los edificios se decoraran con azulejos, y aprovechando que andaban en plena Era de los Descubrimientos, y que la economía iba muy bien, pues se levantaron suntuosos palacios decorados a tal uso.
Y así fue como a principios del siglo XVI el azulejo llega a Portugal. Si bien, no fue hasta el siglo XVII cuando empiezan a aparecer azulejos por todas partes: en iglesias o conventos, en fuentes, en palacios, en casas … A tal punto llegó esta moda que el azulejo es un símbolo más del país luso, y es muy típico comprar uno de souvenir.
Hoy día, todavía se ven azulejos en muchas partes, aunque relacionado con el tema, si os interesa, podéis visitar el Museo del Azulejo de Lisboa. Es un museo que prácticamente pasa desapercibido para los turistas que visitan la capital de Portugal, pero es el lugar ideal para conocer toda la historia del azulejo y el porqué de esa tradición y arraigo en Portugal.
Foto | Flickr – Ken and Nyetta