Córdoba: De Medina Azahara al rasguño de lo antiguo
La ciudad de Córdoba, carne de sangre árabe y romana, es un paraíso de obligada contemplación y contacto para entender las luces del ser humano. Hija de un preciado legado de avances de otro tiempo, sus calles y sus templos de arquitectura viva, como Medina Azahara, tienen el magnetismo único de los símbolos. El poder de aquello que trasciende la mortalidad para inyectarse en el alma del imaginario de la belleza.
La música de la eternidad
Existen lugares en el mundo cuya intensa magia pone de manifiesto cuán valioso es el legado histórico del ser humano para con su ecosistema próximo: la cultura. La eterna ciudad de Córdoba es un mar de emociones donde confluyen laberínticamente los hitos culturales de otro tiempo. Cuyo sonoro eco todavía hoy rezuma de las mil concavidades de su arquitectura afinándose en la melodía, aún no compuesta, que orquesta el pentagrama de lo imperecedero. Como una música venida de lo más hondo del alma última que se funde en la exquisitez de la inmortalidad.
Córdoba es un torrente sanguíneo de actividades cuyas arterias desembocan en un placer para los sentidos. Basta con sólo perderse por los entresijos de su pulpa callejera, o invocando el grito antiguo de la sangre en una visita guiada a medina azahara, para enamorarse de este paraíso andaluz. Donde los fulgores luminosos de la noche en la entraña del Guadalquivir dibujan el onírico reflejo en que toda realidad querría hundirse. Y de cuya brutal hermosura era de esperar el nacimiento de algunos de los grandes nombres de la poesía española.
Pero lejos del fuego artificial de la palabra, la belleza guarda una estrecha relación con su propia historia, con la cronología que proclama y vertebra su altivez. Capital de la Hispania Ulterior tras su fundación por los romanos en el s. II, Córdoba también fue provincia Bética del Imperio Romano. Una cultura que, a través de la herencia árabe durante la dominación musulmana de la Península Ibérica, acabarían por tejer y conformar el conmovedor paisaje cordobés. Patente de este último y genial vergel arquitectónico, el brillo de Medina Azahara.
Madīnat al-Zahrā: La ciudad brillante
La ciudad de Córdoba goza de múltiples actividades para realizar con niños, en pareja o individualmente. En toda su confluencia generacional, los eventos de índole puntual más destacables son la reconocida Semana Santa o el Carnaval cordobés. Dada la vasta y completa agenda de Córdoba, no hay actividad que rehúya de visita alguna en cualquier momento del año. No obstante, lo que de verdad es una actividad imperativamente obligatoria es visitar sus monumentos, sus murallas, los museos, las iglesias e incluso casas y palacios. Como la mencionada visita aquí a una de las ciudades más avanzadas del Al-Ándalus.
Medina Azahara, en árabe Madīnat al-Zahrā, es una ciudad que sirvió de sede para Abd al-Rahman II, el primer Califa cordobés. Declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2018, junto con los otros tres que configuran el repertorio patrimonial de Córdoba, Medina Azahara es un viaje a otro tiempo. La construcción de dicha ciudad sirvió como muestra de poder político e ideológico en favor del califa, pues éste exige la fundación de una ciudad como simbología de relevancia.
Esta ciudad, cuya visita se programa en 3 horas, es todo un mural de arquitectura arabesca con toda la belleza que la pátina del tiempo concede. Es imposible no imaginar la ciudad en su esplendor añil, pero sus jardines, su mezquita, su casa real e incluso el arte mueble del lugar, ya son todo un espectáculo. Una actividad para pasar en la intimidad o en familia y con la que penetrar en la extraña telaraña de la intemporalidad: el legado de la historia.
Tintes históricos: Prehistoria, romanos y musulmanes
Córdoba es un viaje a través del tiempo y la herencia de las culturas. Testimonio de dicha inmensidad lo son sus múltiples museos, como el museo vivo del Al-Ándalus o el Museo Arqueológico de Córdoba. Referenciando especialmente su pasado vivo, se tiene constancia de un asentamiento prehistórico en el III milenio a.C. Pero cuya primera catarsis cultural, antecediendo a la arabesca, tuvo su instante cuando los romanos fundaron Córdoba. Con lo que la ciudad obtuvo preclaros pensadores filosóficos y poetas, como Lucano o Séneca
Sin embargo, es a raíz de su estado como capital del Emirato Independiente de Córdoba (s. XVII-X) cuando ésta presenta su máximo esplendor. Los increíbles avances musulmanes de la época, en muchos nobles campos como la medicina, la higiene o la arquitectura, enaltecieron Córdoba como meca del conocimiento. En aquel entonces, se creó una universidad y una biblioteca pública con hasta más de 400.000 volúmenes. Contando con 27 escuelas gratuitas y convirtiéndose en meta formativa de muchos europeos ilustres.
Con el consecuente crecimiento de la economía, en Córdoba se edificaron palacios, fuentes y patios de intrincada y maravillosa belleza. Del mismo modo, fue lugar de encargo para trajes elegantes y elaboradas vestimentas. Pero lejos de su vasta evolución socioeconómica, incluyendo en ella las iglesias construidas por Fernando III el Santo en el s. XIII, cabe indagar algo más en el legado árabe. Cuyo exotismo arquitectural no sólo es motivo del flujo del turismo en Córdoba. Sino que también es motivo de su precoz avance.
La antorcha de la sabiduría: Medina Azahara como ejemplo de innovación
Medina Azahara supuso en su momento el hogar de toda una élite de intelectuales de la ciencia, la música, la filosofía, la astrología y las matemáticas. Y no es de extrañar, puesto que la cultura árabe en aquel instante deslumbraba con su gran sabiduría y su experimentación. Dando con beneficiosas ideas para el ser humano, como las redes de agua corriente, los baños acuñando la importancia de la higiene e incluso los cambios de vestimenta entre estaciones. Su potencia, unida a mecenas de la ciencia y el conocimiento, hicieron de Madīnat al-Zahrā hogar del lujo.
Por ello, tanto Medina Azahara como otros maravillosos lugares de Córdoba son un portal hacia la gloria de un pasado que hoy late todavía. La mera contemplación de un paisaje y de su pálpito incitan a la curiosidad para que descubra el meollo que hay tras ello. Y Córdoba es una luz que debe visitarse para comprender la extensa luminosidad que el ser humano es capaz de proyectar. Una visita obligada para estar en comunión con la belleza de la multiculturalidad.