Fotografiando la emoción: la cámara como portal de la experiencia
Los viajes y la fotografía son un binomio indestructible que, además de conseguirnos un bonito recuerdo, es capaz de labrar un portal hacia las emociones. Más todavía, si nos decidimos por acudir a profesionales como Hofmann y utilizar nuestras fotografías para ambientar nuestro espacio más cotidiano de pura vivencia.
Fotografiar lo desconocido
Además de nuestro cerebro y su capacidad para almacenar un flujo de información inasumible para la tecnología, la fotografía es el recurso más idóneo para contener la esencia de toda experiencia vivida durante un viaje. Cuando viajamos, nuestra cámara opera como un testigo de cuanto vivimos en cada momento, preparada para capturar con rapidez una mirada que trasciende el ojo fijando de forma tangible un portal hacia el recuerdo. Asimismo, y quizá a causa de las nuevas tendencias de la información en sociedad que nos incitan a dar prueba de todas nuestras actividades, la ceremonia fotográfica nos incardina en la verdad irrefutable de lo que vemos y cómo.
Siguiendo la línea fotográfica, es preciso propugnar que su disfrute digital jamás superará su apreciación en formato físico. En ese sentido, algunos productos como los regalos para viajeros de Hofmann, incluyen fantásticas ideas para imprimir nuestras mejores fotografías tanto en lienzos y álbumes maxi, como en tazas, fundas de móvil e incluso cojines y accesorios de viaje. Algo indispensable para cualquier viajero que, tras un largo tiempo recopilando todo tipo de maravillas alrededor del mundo, necesita inmortalizar de nuevo las imágenes capturadas en su ambiente doméstico. Una opción para hacer que nuestros viajes nos acompañen siempre en el hogar como ventanas hacia lo indecible.
Trascendiendo el formato digital
El objetivo de la fotografía es recoger el testimonio de un lugar o de un acontecimiento donde, por algún motivo, nuestra alma se ha arraigado. Cuando tomamos fotografías de viaje no sólo retratamos un paisaje o nuestro retrato para corroborar que, efectivamente, estuvimos allí. También robamos pedazos de esencia del lugar y abocamos en él todas nuestras sensaciones como si, únicamente a través de los seres que amamos o los lugares que apreciamos, pudiéramos alojarlas en una alacena eterna. Lejos del safari fotográfico que es nuestra actividad turística, la cámara tiene como intención aspirar la atmósfera de un momento específico.
Si bien es cierto que los medios digitales han oprimido el formato físico hasta hacerlo prácticamente vestigio de un tiempo no tan antiguo, todavía existen formas de ir más allá de la fotografía impresa en un álbum y ubicarla de otro modo entre nosotros. Se trata de montar una exposición personal en nuestro hogar, entre nuestras cosas, con la que revisar los instantes que, aunque tan sólo fuera por un momento, nos consiguieron llenar de vida. Tener nuestra fotografía favorita adherida a un cojín, además de ser un elemento decorativo, es también despertarse con una sonrisa, a sabiendas de que siempre tendremos aquel lugar en nuestra mente para acudir a él.
Retratos únicos
Nuestro equipo fotográfico es indispensable en cualquier viaje y, de hecho, siguiendo el cliché, apenas existe un turista, un visitante o, directamente, un aventurero que no porte una buena cámara de fotos en su mochila. Sin embargo, es necesario mencionar que, en ciertos países, sobre todo exóticos y donde la cultura nos motiva a fotografiarlo todo, algunos autóctonos repudiarán que les saquemos una foto sin permiso. E incluso existen zonas donde éstos nos pedirán dinero a cambio. Por ello, es recomendable idear distintas estrategias para realizar nuestra magnífica fotografía de la forma más respetuosa posible.
En primer lugar, siempre que sea posible, pedir permiso. Aunque ello nos permitirá una mayor comodidad para retratar al sujeto, es posible que perdamos su verdadera esencia, su identidad sin objetivos cerca mientras navega entre su mundo. Una de las opciones es tomar una fotografía a distancia, discretamente, sin que el individuo se percate de nuestra actividad. No obstante, ya sólo por empatía entenderíamos que, en caso de descubrirlo, el resultado puede ser comprensiblemente molesto. Es por ese motivo que, y como dan fe de ello muchos fotógrafos viajeros profesionales, una vía más plausible es la de mimetizarse con la muchedumbre, vestirse acorde a su cultura para pasar desapercibido y, entonces sí, tomar la fotografía con mayor facilidad y respeto.
Paisajes sin gente, ¿cómo?
Cuanto a los paisajes, es preferible esbozar una ruta clara e inteligente mediante la que prevenirnos de grandes aglomeraciones que, por desgracia, arruinarían la pureza de nuestra foto. Levantarse muy temprano y señalar en el calendario los días menos concurridos por visitantes o turistas es uno de los puntos de manual en este ámbito. De lo contrario, todo cuanto tendremos en una taza, un puzle personalizado o un bloque de madera en nuestra casa será una familia que no es la nuestra posando, quizá, con una felicidad indignantemente mayor que la nuestra.
Además, debemos ser previsores y, en todo caso, explorar todo cuanto puede ofrecernos dicho paisaje. Dado que la fotografía preconcebida en nuestras cabezas es aquella que goza de más popularidad, un gesto divertido es buscar otras perspectivas, puntos de vista no recogidos por otros fotógrafos. Con ello, obtendremos una fotografía única, quizá con menos personas, y de una autenticidad sin igual. Aunque, en realidad, lo importante es que amemos la fotografía por más o menos artística o bella que sea. Y si, en la guinda del pastel, acudimos a equipos como el de Hofmann para decorar el hogar, tendremos listo nuestro portal viajero.
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