El Aeropuerto de Madeira, uno de los más complicados para los pilotos
Antes de los 60, la única forma que había de llegar a la isla de Madeira era en barco, o bien, durante algunos años, en hidroavión. Pero finalmente, en 1964, se inauguró el aeropuerto de Funchal, un aeropuerto muy especial.
La pista de ese primer aeropuerto no medía ni siquiera un kilómetro de longitud. Por ese motivo, no todos los aviones podían aterrizar allí, y los que sí podían hacían pasar un mal rato a sus tripulantes cuando veían como se iba acabando la pista. Años más tarde, se ampliaría un poco más, sólo lo que el terreno daba de sí. Y es que la especial orografía de la isla impedía la construcción de un aeropuerto en otro lugar.
Pero hoy día, el aeropuerto de la capital madeirense es algo diferente, con una pista que casi alcanza los 3 kilómetros de largo, suficiente para que puedan aterrizar un mayor número de aviones. Todo gracias a las reformas que se realizaron en el año 2000, en las que hubo que tirar de ingenio para solventar el problema del espacio.
La solución fue la de ganar tierras al mar, y la obra para completar el proyecto es una de las mayores que se han realizado en la isla. Una inversión lógica, no ya porque era necesaria a nivel de infraestructura, sino porque el turismo era ya el principal motor económico de la isla.
Eso sí, a pesar de estas reformas, los vientos que sacuden la región siguen haciendo al aeropuerto un sitio especial. Es tan complicado aterrizar un avión allí, sobre todo cuando el viento alcanza una velocidad en particular, que solo los pilotos más experimentados y con mayor pericia son los que obtienen la licencia especial para poder aterrizar en él.
Foto | Flickr – Boca Dorada