El Monasterio de San Juan, un a mirada a la Edad Media
La pequeña localidad de Müstair, situada en el cantón de los Grisones, pasaría totalmente desapercibida si no albergara uno de los edificios que la Unesco incluyó en su lista de Patrimonio de la Humanidad en el año 1983: el Monasterio de San Juan. Este, dedicado tal y como su propio nombre indica a San Juan Bautista, es una antigua abadía benedictina que fue fundada en el año 780 por el obispo de Coira. Unos años más tarde, concretamente en 1167, el edificio se transformó en un convento de monjas.
El Monasterio de San Juan es uno de los pocos ejemplos que podemos ver en el país de este tipo de arquitectura y se sitúa en un paisaje muy idílico y pintoresco, rodeado de montañas y de extensos pastizales de color verde. La leyenda cuenta que el propio Carlomagno mandó construir este lugar alrededor del año 775 después de Cristo como agradecimiento por haber podido atravesar los Alpes y para contar con un sitio estratégico que protegiera toda la zona del valle de Müstair. A pesar de que el perfil de la iglesia y su campanario es lo que define al monasterio en sí, lo cierto es que ni su silueta ni su forma es lo más importante e interesante de él mismo, ya que el verdadero tesoro artístico y cultural se encuentra dentro de sus muros.
Durante las restauraciones que se llevaron a cabo a partir del siglo XX se empezaron a encontrar frescos carolingios de, aproximadamente, el año 1160, que representan Historias del Antiguo y del Nuevo Testamento. Aún así, desgraciadamente estos se encuentran un poco dañados y no se pueden apreciar bien, pero lo cierto es que su valor artístico, histórico y cultural es incalculable.
Vía | Wikipedia
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